HASTA HOY
Mi cuerpo tiembla cuando lo escucho llegar, cuando siento las llaves en la cerradura. Me veo al espejo rápidamente a ver si estoy como a él le gusta, corro como loca por toda la casa observando si todo está en el sitio exacto. ¡Perfecto!
Lo espero en la sala, en la puerta principal. Abre, entra a la casa y me mira. Su facción es dura, fuerte y un temblor recorre todo mi cuerpo, aún con más intensidad. Conozco esa mirada, he hecho algo mal, muy mal, pero no sé qué, qué fue lo que hice. Deja el maletín en el mueble, se acerca y me da una bofetada fortísima que me parte el labio y me deja palpitando el rostro. Mis lágrimas salen y vuelvo a mirarlo con ojos interrogantes.
—Me estás engañando, ¿cierto? —Me mira más colérico todavía.
—Nooooooo, eso no es cierto —le digo.
—Zorra, puta, eso es lo que eres. —Se acerca de nuevo, golpeándome en el estómago. No lo aguanto y caigo de rodillas—. Me engañas con el vecino . . . «Una buena mujer tiene usted», me dijo. ¿Cómo te atreves?
Empieza a patearme en la cara, en las piernas, brazos, pecho, pero cuando quiso hacerlo en el estómago, me la cubrí con los brazos ya entumecidos. Lo que estaba creciendo en mí, a esa vida no le iba a hacer daño.
—¿Así quieres tener un hijo, ramera? Mis hijos no tendrán de madre a una poca mujer como tú. No sirves para nada —grita mientras me golpea una y otra vez.
No, él no sabrá nunca que estoy embarazada. Nunca. De alguna manera, este bebé verá la luz del día, teniendo todo lo que él me ha negado siempre: amor, cariño, comprensión.
Cuando se cansa y se siente satisfecho de la paliza que me propina, se detiene y se sienta en el sofá, con las manos en la cabeza. Como puedo, trato de sentarme, sin poder evitar que mis lágrimas caigan, mojando mi blusa y mi terror, o que mis moretones se noten o que la sangre deje de brotar, como pidiendo la justa recompensa. Mi respiración quiere volver a la normalidad, trato de levantarme, pero el dolor no me deja. Verme en el espejo me da pánico, debo parecer un monstruo. No hago nada bien. Y ese hombre hablando de mí, no sé por qué, si ni salgo de la casa.
Acongojado al ver el destrozo en mi cuerpo, se aproxima, me levanta en sus brazos y me lleva al sofá, colocándome encima de él, seguido de un fuerte abrazo. Ni fuerzas tengo para oponerme.
—Yo . . . yo no . . . hice . . . nada —digo con pesar.
—Discúlpame, amor. Discúlpame. Pero es tu culpa, nadie tiene que verte. Eres mía, de nadie más. Me vuelvo loco al pensar que te puedas ir, me vuelvo loco. Me llegas a dejar y me mato.
Pienso una y otra vez si eso de verdad pasaría. Mi respuesta siempre es: no, no lo haría, me buscaría por todas partes hasta encontrarme. Eso no me deja vivir. Este hombre ha destruido lo que siento por él, se ha convertido en mi carcelero. Y aun así, cuando me abraza de esta manera, quisiera que su cariño fuera sincero y verdadero.
Hasta hoy, hasta hoy me veja, me humilla. Buscaré la forma de escapar. Ya no puedo velar por mí sola, sino también por el bebé que nacerá, una parte del amor inmenso que una vez sentí. Buscaré la manera y la encontraré. Me liberaré porque lo merezco, lo que haga él con su vida es cosa de él. Hasta hoy soy la víctima. No más.
—Discúlpame, amor. Discúlpame. Pero es tu culpa, nadie tiene que verte. Eres mía, de nadie más. Me vuelvo loco al pensar que te puedas ir, me vuelvo loco. Me llegas a dejar y me mato.
Pienso una y otra vez si eso de verdad pasaría. Mi respuesta siempre es: no, no lo haría, me buscaría por todas partes hasta encontrarme. Eso no me deja vivir. Este hombre ha destruido lo que siento por él, se ha convertido en mi carcelero. Y aun así, cuando me abraza de esta manera, quisiera que su cariño fuera sincero y verdadero.
Hasta hoy, hasta hoy me veja, me humilla. Buscaré la forma de escapar. Ya no puedo velar por mí sola, sino también por el bebé que nacerá, una parte del amor inmenso que una vez sentí. Buscaré la manera y la encontraré. Me liberaré porque lo merezco, lo que haga él con su vida es cosa de él. Hasta hoy soy la víctima. No más.
DERECHOS RESERVADOS
Imagen - Pixabay - Couselling
Autora Dayana Rosas S. G.
Autora Dayana Rosas S. G.
Durisíma historia Daya.
ResponderBorrarPor desgracia es bastante habitual que ocurran malos tratos y por suerte la sociedad se va concienciando de que eso debe acabar de una vez y para siempre.
Pues sí, mi Tony. Es duro. Es increíble que al estas alturas de la vida todavía se dé. Pero ya pasa menos y menos. Gracias por leer!!!!
BorrarDesgarradora historia mi Day, cuanto dolor que se repite constantemente una y otra vez. Yo creo que siempre se puede escapar...el tema es querer hacerlo. Ser conscientes de que es preciso hacerlo.
ResponderBorrarEso mismo, mi Marce. Y tener la fuerza para hacerlo.
BorrarFuerte historia. Tocas lo real y cotidiano . Lamentablemente esto ocurre todo el tiempo...Muy bien llevado, has escrito una muy fuerte y buena historia....¡ Felicitaciones querida amiga !
ResponderBorrarAlgún día deberá acabar.
BorrarMuy dura.
ResponderBorrarMuchísimas gracias. Pues sñi, muy dura; pero toma una buena decisión, a la final. SIn dañar a nadie, inclusive a ella misma. Un abrazo.
Borrar