MI
GRAN GUERRERA
Por
toda una semana me escondí, sin reservas, sin decir una palabra.
Permanecí quieta, distante, en silencio. Nadie sabía mi paradero,
nadie debía saberlo. El miedo me atenazaba las entrañas, me
carcomía el corazón. Solo al ver esa calle, fuera de día o de
noche, imaginaba a esos bandidos detrás de mí, acechándome,
queriendo algo que no podía entregarles. Sentía que me querían
comer viva, quitarme toda la energía que poseía. Meterse dentro de
mí y desgarrarme. Pero no podía permitirlo. Así fuera borrándome
de la faz de la tierra, tenía que evitarlo.
Pero
ya no encuentro otro lugar al que huir, en el que sentirme a salvo.
De un lado a otro me he movido, suplicando un techo en el que
residir. Pero la buena onda no es para siempre. Llega un momento en
que me convierto en una carga y debo marcharme.
Solo
de pensar en volver a mi casa, a esa calle, a ese piso, a esos
árboles, un escalofrío me recorre entera. Pero no tengo otra
salida. Siempre supe que no podía huir para siempre, pero lo que
jamás imaginé fue lo temprano que sería. ¿Estoy preparada? No,
para nada. Tiemblo, lloro, me desespero solo de sentirme cerca. ¿Cómo
podré acercarme hasta allí? No hay manera.
Recorro
las calles, las avenidas, buscando un lugar en el que sentarme y
descansar. Veo una plaza, niños que juegan, mientras sus madres
están pendientes de ellos, como leonas con sus crías. ¡Si tan solo
tuviera a mi madre aquí, seguramente nada de esto habría pasado!
¡Nada! Me siento, descanso y la mente vuela.
Imagino
mis pies arrastrándose en las calles, ellos jalándome por las
escaleras de entrada, cruzando el umbral de la puerta de la casa. El
horror se instala en mí, el miedo de seguir, de decir hola, de
quedarme sola es inacabable. Tomo mi cabeza entre mis manos,
queriéndome esconder para siempre.
―Querida,
¿estás bien? ―me
pregunta una voz candorosa y llena de fuerza.
Cuando
alzo mi vista, la luz del sol me deslumbra, pero logro ver a una
amazonas enfrente de mí, una mujer fuerte, hermosa, poderosa. Quedo
sorprendida, llena de admiración. ¿Será real lo que ven mis ojos?
―¿Te
sientes bien? ―vuelve
a preguntar.
Como
puedo, asiento con la cabeza. Cuando estoy acostumbrada a la luz, mis
ojos tocan la realidad aparente. Una mujer madura, con un pelo
castaño precioso, unos ojos hipnóticos, corpulenta y hermosa. Por
su porte y cómo luce, logro deducir que es decidida, cautelosa,
fuerte. De la nada, me encuentro pensando que quisiera ser
exactamente como ella. Arrojada, sin temor, con la frente en alto y
lista para ayudar a otros.
Se
sienta a mi lado y me alcanza un vaso con agua. Me habla, me presenta
a sus hijos, su familia, amigas. Cuenta anécdotas de mujer
temeraria. La admiración vuelve a tocar mi corazón. Un día, un día
seré cómo ella. Sin pedir nada, me ofrece su hogar, su corazón, su
cuidado, sus enseñanzas. Me acoge como una más de los suyos.
Un
mes, dos, tres. En mi hogar, me siento en mi hogar. Con gente que me
aprecia, me valora, me respeta. Nunca en mi vida pensé sentirme tan
dichosa; desde cuando mi madre murió, nunca pensé volver a vivir.
Una
tarde, cuando íbamos a un centro comercial, me di cuenta que era más
fuerte, más decidida, así como mi guerrera: Marcela. Sin
darme cuenta, caminamos por la calle que tanto me aterraba, pero por
la cual ya no sentía nada. Estaba
superado y me alegré, me regocijé en lo que ahora me sostenía: mi
familia.
Pasamos
justo en frente de la casa de mi terror, allí me detuve por unos
segundos, interminables. Me despedí de ella, de esa casa, de esa
gente que no era la mía. Respiré profundo y continué. Marcela no
me dijo nada, solo me tomó del brazo y caminó conmigo cuando estuve
lista para hacerlo.
No
me di cuenta cuando la puerta se abrió y Trevor salió. Solo cuando
me tomó de la mano y me tiró al suelo, caí en la cuenta de que
estaba encima de mí.
―Desgraciada,
¿dónde has estado? ¿Cómo te atreves a perderte así y hacernos
preocupar?
―¿Preocupar?
¿Cuándo han hecho eso por mí? ¡Nuncaaaaaaa! ¡Jamás.
No
pude creer que le hubiera contestado a ese animal, que me hubiera
defendido sola. Lo vi cómo se acercaba, sin importarle que las demás
personas alrededor, me tomó de la cara, me apretó como un animal.
―Mírame.
Tienes que hacer lo que quiera, no lo olvides. Me perteneces.
Sus
palabras fueron hirientes, pero ya no le tenía miedo. Cuando iba a
quitarle sus manos de mi cara, sentí como un aullido de dolor se
esparcía por el lugar. Trevor había desaparecido. Lo busqué con mi
mirada y lo vi tirado, hecho un ovillo del dolor. Tenía la cara
golpeada y se sostenía el estómago. Marcela permanecía frente a él
con un tronco en las manos, amenazándolo.
―¡Quita
tus inmundas manos de mi hermana, pedazo de . . . ! ¡Cerdo!
La
emoción, la risa, la alegría no cabían en mí. Las piernas me
temblaban, no pude moverme.
―Nunca
más será tuya, me oyes. Nunca. La próxima vez que te vea a cinco
milímetros de ella lo vas a lamentar por el resto de tu vida. No se
te olvide. Ahora es mi familia.
Trevor
la miró devastado. Las personas se arremolinaban en la calle, y los
habitantes de la casa veían por la ventana. Marcela les dio una
mirada de advertencia. No movieron un ápice de sus cuerpos, ni nada
para ayudar a quien quiso arremeter contra mí. Alguien me ayudó a
levantarme. Mi gran guerrera se acercó a mí y me abrazó. Mis
lágrimas cayeron sin control. Mis brazos la rodearon como solían
hacerlo con mi madre, la besé en la mejilla agradeciéndole. Ella
hizo lo mismo.
―Eres
mi hermana. No lo olvides. Nos protegemos siempre.
Asentí
con emoción.
Ahora
sé que nunca estaré sola. Tengo una familia, mi ancla. Y más que
todo, mi hermanita, mi gran guerrera.
Historia dedicada a mi gran hermana, Marcela Cayuela.
Feliz cumple, preciosa Marce. Tarde pero aquí está.
Derechos Reservados
Dayana Rosas
A veces necesitamos una mano amiga que nos ayude a superar los miedos, una gran historia Daya.
ResponderBorrarMuchas gracias, mi Tony. Por leer y comentar. Muchos besos. Me alegro que te haya gustado..
BorrarHermoso texto DAY!!
BorrarHermoso texto DAY!!
BorrarMuchas gracias Alejo. Por leer y comentar. Me alegra que te haya gustado.
BorrarMuchas gracias Alejo. Por leer y comentar. Me alegra que te haya gustado.
BorrarQue decirte hermana...este es uno de los mejores textos que te he leído, más allá de que te inspiraras en mi para plasmarlo me siento increíblemente honrada. Pero he de decirte que los "fuertes guerreros" nacimos del mismo seno que los que protegemos. Solo es cuestión de asumirlo a fuerza de lo que se te ponga enfrente y no olvidar jamás de donde provienes.
ResponderBorrarMe conmoviste hasta las lágrimas confieso. Una imagen que no se si deba merecer.
Gracias Dayana, este ha sido uno de los mejores obsequios que me dio la vida de la mano de tu amistad.
Simplemente ¡Te adoro!
Y yo te adoro a ti, hermana. Muchísimo. Lo mereces y lo reitero.
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