ENAMORADA DE UN ADONIS
PARTE I
Después de la Feria de la ciudad, los chicos nos recomendaron ir a una de las playas más bellas, las de Marbella. Como somos buenitas, mis hermanas y yo nos hemos llegado hasta ellas. Realmente ninguno de ellos le hicieron justicia cuando nos hablaron de ellas. ¡Son preciosas!
¿Qué lamento? Pues que ninguno de ellos nos haya querido acompañar. Han dicho que no pueden, que estaban ocupados. Así que nos hemos venido nosotras. Pero diciendo la verdad, hubiese sido un sueño que lo hicieran. ¿Para qué mentir? Es que estamos embobadas por esos hombres. ¿A quién no le gusta un hombre espectacularmente bien formado, que te represente, que tenga un buen trabajo y, sobre todo, que baile tan divino? Así son ellos.
Pero ninguna de nosotras nos hacemos las falsas ideas de que alguno de ellos les llegue a llamar la atención ninguna de las tres. Nos resignamos y así está bien.
Mis pensamientos son perturbados por la voz de una de mis hermanas, Amaya. Me llama con ahínco para que vaya a jugar pelota a la orilla de la playa. La verdad es que estoy muy cansada y me he quedado recostada en la cama de playa. Niego con la cabeza.
―Que no voy a ir, chicas. Déjenme dormir un rato. Me tienen pero molida en estas vacaciones. Ahora voy.
―Pero qué floja y aguafiestas eres, mija. Vale. Duerme un rato y cuando quieras te vienes ―responde Amaya.
Elena, mi hermana mayor, me mira con cara de pocos amigos. Sé que a ella no le gusta que sea así, pero qué puedo hacer. Estoy cansada y necesito tomar una siesta. Luego me divertiré con ellas.
Me quedo dormida en un momento. Caigo profunda y empiezo a soñar con William, uno de los chicos que nos recomendaron este lugar y, obviamente, el que me tiene como loquita.
Siento como algo pesado se posa sobre mí, se arrastra por mi cuerpo. Pareciera que hubiesen pasado como una hora desde cuando he cerrado los ojos. Cuando los abro veo a William encima de mí, con sus dos brazos al lado de mi cuerpo, sus piernas a los lados de mi cadera, su rostro justo encima del mío.
―¡Vamos, niña, despierta! ¿O quieres que siga molestándote así? No me importa para nada tenerte así.
Sin saber qué pensar ni qué decir, mi rostro se torna rojo como tomate. ¿Estaré soñando?
―¿Eres un sueño?
―Para nada, bonita. Soy muy real ―ríe como niño, como me encanta.
De pronto, su cara va a parar a mi cuello, haciéndome cosquillas con su barba. Es en este momento cuando caigo en cuenta que es cierto. Es verdad. Él está aquí con nosotras, conmigo, justo enfrente de mí. Sin poder evitarlo, lo empujo fuera y le golpeo el brazo.
―¿Estás loco? ¿Cómo me das esos susto?
―¿Susto? No te veo para nada asustada ―dice, acercándose a pocos centímetros de mi oído.
―Eres un tonto. ¿Por qué has hecho eso? Me vas a buscar problemas.
―Para nada. ―Voltea y señala hacia Elena―. Tu hermana me ha dicho que si te podía despertar que lo hiciera. Y lo he logrado.
¡Que la mato! ¿Cómo se le ocurre hacerme eso? Con una hermana como esta para qué quiero enemigos? La miro directo a los ojos. Está riéndose abiertamente y yo que reviento. El corazón aún lo tengo a mil por hora. Elena desvía la mirada hacia otro lugar, haciendo que saludo a Maikol. ¡Será tonta! Dirijo mi mirada hacia Amaya, quien me responde con las manos en alto.
―No he tenido culpa de nada. Soy inocente hasta cuando se demuestre lo contrario.
William se acerca más, me toma del brazo y me lleva con las chicas a la orilla para jugar. Pero caigo en cuenta que él y los otros tres están aquí.
―¿Qué hacen ustedes aquí? Me puedes explicar.
―Fácil, bonita. Sabíamos que venían y queríamos sorprenderlas. Ninguno quería perderse esta tarde con ustedes. No las vemos siempre, así que aprovechamos que todavía tenemos unos días libres para disfrutarlos con ustedes.
Mi incredulidad se apodera de mí. ¿Han venido por nosotras? ¿Por quién habrás venido tú, William? Sonrío, muy contenta. ¡Qué bellos son! No me haré ilusiones con él, pero no puedo evitar que mi corazón lata a mil por hora cuando lo tengo cerca. Es tan alto, blanco, guapo, esa barba que lo hace ver tan varonil. Y tiene esa sonrisa tan linda cuando es de verdad, sentida, real. Una combinación perfecta: serio y agradable. Es increíble como puede llamarme la atención un hombre tan sexy, sensual, cuando soy una santurrona de las más duras. Sé que le gusta que lo miren, que lo provoquen. ¿Cómo puede tener eso conmigo? No lo sé, así que no te hagas ilusiones, Fátima, que no es por ti que está aquí. Seguramente es por otra de las locas de mis hermanas o, simplemente, porque de verdad las aprecia.
―Vamos, Fátima. Deja de pensar en lo que piensas y juguemos ―dice mientras me sigue arrastrando a la orilla.
Saludo a Maikol y a Antón, amigos de William, y los chicos que vuelven loquitas a mis otras dos hermanas. Justo ahora no me atrevo a mirar al chico con el que he soñado, porque la vergüenza me embarga.
Ambos empezamos a jugar con los demás, pero mis ojos no pueden apartarse de este guapo hombre. ¿Quién lo diría? Lo recuerdo encima de mí y me coloco cardíaca. ¿Qué habrá estado pensando cuando ha hecho eso? El rubor vuelve a subir a mis mejillas y el descontrol me gana, por lo que pierdo la pelota cuando me la ha lanzado Amaya. Todos ríen, incluyendo William. Pero su risa es particularmente diferente, realmente gustoso de verme así. ¡Increíble!
¿Debería decir algo? ¿Debería lanzarme por él y decirle lo que siento? No, por supuesto que no. No soy una loca desesperada detrás de un hombre sexy. No estoy loca. ¡Así que Fátima, deja la ilusión y despierta!
¿Qué lamento? Pues que ninguno de ellos nos haya querido acompañar. Han dicho que no pueden, que estaban ocupados. Así que nos hemos venido nosotras. Pero diciendo la verdad, hubiese sido un sueño que lo hicieran. ¿Para qué mentir? Es que estamos embobadas por esos hombres. ¿A quién no le gusta un hombre espectacularmente bien formado, que te represente, que tenga un buen trabajo y, sobre todo, que baile tan divino? Así son ellos.
Pero ninguna de nosotras nos hacemos las falsas ideas de que alguno de ellos les llegue a llamar la atención ninguna de las tres. Nos resignamos y así está bien.
Mis pensamientos son perturbados por la voz de una de mis hermanas, Amaya. Me llama con ahínco para que vaya a jugar pelota a la orilla de la playa. La verdad es que estoy muy cansada y me he quedado recostada en la cama de playa. Niego con la cabeza.
―Que no voy a ir, chicas. Déjenme dormir un rato. Me tienen pero molida en estas vacaciones. Ahora voy.
―Pero qué floja y aguafiestas eres, mija. Vale. Duerme un rato y cuando quieras te vienes ―responde Amaya.
Elena, mi hermana mayor, me mira con cara de pocos amigos. Sé que a ella no le gusta que sea así, pero qué puedo hacer. Estoy cansada y necesito tomar una siesta. Luego me divertiré con ellas.
Me quedo dormida en un momento. Caigo profunda y empiezo a soñar con William, uno de los chicos que nos recomendaron este lugar y, obviamente, el que me tiene como loquita.
Siento como algo pesado se posa sobre mí, se arrastra por mi cuerpo. Pareciera que hubiesen pasado como una hora desde cuando he cerrado los ojos. Cuando los abro veo a William encima de mí, con sus dos brazos al lado de mi cuerpo, sus piernas a los lados de mi cadera, su rostro justo encima del mío.
―¡Vamos, niña, despierta! ¿O quieres que siga molestándote así? No me importa para nada tenerte así.
Sin saber qué pensar ni qué decir, mi rostro se torna rojo como tomate. ¿Estaré soñando?
―¿Eres un sueño?
―Para nada, bonita. Soy muy real ―ríe como niño, como me encanta.
De pronto, su cara va a parar a mi cuello, haciéndome cosquillas con su barba. Es en este momento cuando caigo en cuenta que es cierto. Es verdad. Él está aquí con nosotras, conmigo, justo enfrente de mí. Sin poder evitarlo, lo empujo fuera y le golpeo el brazo.
―¿Estás loco? ¿Cómo me das esos susto?
―¿Susto? No te veo para nada asustada ―dice, acercándose a pocos centímetros de mi oído.
―Eres un tonto. ¿Por qué has hecho eso? Me vas a buscar problemas.
―Para nada. ―Voltea y señala hacia Elena―. Tu hermana me ha dicho que si te podía despertar que lo hiciera. Y lo he logrado.
¡Que la mato! ¿Cómo se le ocurre hacerme eso? Con una hermana como esta para qué quiero enemigos? La miro directo a los ojos. Está riéndose abiertamente y yo que reviento. El corazón aún lo tengo a mil por hora. Elena desvía la mirada hacia otro lugar, haciendo que saludo a Maikol. ¡Será tonta! Dirijo mi mirada hacia Amaya, quien me responde con las manos en alto.
―No he tenido culpa de nada. Soy inocente hasta cuando se demuestre lo contrario.
William se acerca más, me toma del brazo y me lleva con las chicas a la orilla para jugar. Pero caigo en cuenta que él y los otros tres están aquí.
―¿Qué hacen ustedes aquí? Me puedes explicar.
―Fácil, bonita. Sabíamos que venían y queríamos sorprenderlas. Ninguno quería perderse esta tarde con ustedes. No las vemos siempre, así que aprovechamos que todavía tenemos unos días libres para disfrutarlos con ustedes.
Mi incredulidad se apodera de mí. ¿Han venido por nosotras? ¿Por quién habrás venido tú, William? Sonrío, muy contenta. ¡Qué bellos son! No me haré ilusiones con él, pero no puedo evitar que mi corazón lata a mil por hora cuando lo tengo cerca. Es tan alto, blanco, guapo, esa barba que lo hace ver tan varonil. Y tiene esa sonrisa tan linda cuando es de verdad, sentida, real. Una combinación perfecta: serio y agradable. Es increíble como puede llamarme la atención un hombre tan sexy, sensual, cuando soy una santurrona de las más duras. Sé que le gusta que lo miren, que lo provoquen. ¿Cómo puede tener eso conmigo? No lo sé, así que no te hagas ilusiones, Fátima, que no es por ti que está aquí. Seguramente es por otra de las locas de mis hermanas o, simplemente, porque de verdad las aprecia.
―Vamos, Fátima. Deja de pensar en lo que piensas y juguemos ―dice mientras me sigue arrastrando a la orilla.
Saludo a Maikol y a Antón, amigos de William, y los chicos que vuelven loquitas a mis otras dos hermanas. Justo ahora no me atrevo a mirar al chico con el que he soñado, porque la vergüenza me embarga.
Ambos empezamos a jugar con los demás, pero mis ojos no pueden apartarse de este guapo hombre. ¿Quién lo diría? Lo recuerdo encima de mí y me coloco cardíaca. ¿Qué habrá estado pensando cuando ha hecho eso? El rubor vuelve a subir a mis mejillas y el descontrol me gana, por lo que pierdo la pelota cuando me la ha lanzado Amaya. Todos ríen, incluyendo William. Pero su risa es particularmente diferente, realmente gustoso de verme así. ¡Increíble!
¿Debería decir algo? ¿Debería lanzarme por él y decirle lo que siento? No, por supuesto que no. No soy una loca desesperada detrás de un hombre sexy. No estoy loca. ¡Así que Fátima, deja la ilusión y despierta!
DERECHOS RESERVADOS
Autora Dayana Rosas S. G.
Imagen y edición Marianny Pulgar
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