LE PERTENEZCO
Está allí sentada, hermosa con su kimono. Su cara regordeta pero blanca, tersa y llena de vida. Su sonrisa . . ., esa que me ha hechizado desde cuando la vi por primera vez. Camino muy lentamente hacia ella, con unas ganas irrefrenables de besarle la mano, tocarle la piel y hacerla padecer lo que me hace sentir.
Ya enfrente de ella, tomo su mano y mis labios rozan su tierna piel. Ella sonríe solo para mí. Sí, solo para mí, para nadie más. Se sonroja, pero no aparta su mano.
―Buenos tardes, mi señor. Siempre sabe dónde encontrarme.
―Su huella y su olor impregna todo, mi señora. ―Sus mejillas de nuevo rosadas. Un deseo de tenerla para mí, emerge.
―Mi señor, hermosas sus palabras.
―Le traigo un regalo, digno de su hermosura.
Le extiendo mi mano y tres flores rosadas aparecen. Su mirada se ilumina, su entendimiento de mi amor fue claro. Las toma con delicadeza y exquisitez. Las huele, me mira y luego a las flores. Las acerca a la laguna y las riega con sus aguas.
―Así, mi señor, se vive hermosamente. Respetando la belleza y dándole la vida que merece. Cuidándola en su esplendor para que su perfume siempre dure.
Y allí, en ese preciso momento, supe que era el hombre que ella quería, y ella la mujer de mi corazón. Sabía que todo sería perfecto entre los dos, a pesar de las dificultades. Para siempre y por siempre de ella. Le pertenezco.
Derechos reservados (Pintura y Texto)
Dayana Rosas autora.
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