UN EXQUISITO DESPERTAR
Cuando despierto, veo el reloj. Las ocho de la mañana. La luz entra rauda por la ventana. El clima es perfecto dentro del cuarto. Mi cuerpo se despereza, miro hacia el lado y lo veo a él, perfectamente desnudo, sin una sábana que lo cubra. ¡Dios mío, no sufre de frío este dios nórdico! Mis ojos se posan en toda su anatomía. Me pierdo en él.
El calor se apodera de mi cuerpo. No quiero despertarlo, por lo que decido levantarme poco a poco de la cama, haciendo el menor ruido posible. Al hacerlo, me poso frente a la cama para seguirlo admirando un poco más. Es inevitable, este hombre me vuelve loca.
La brisa entra por la ventana y hace mover el camisón blanco que traigo colocado. Lo que incita a que su olor se impregne más todavía en mi nariz, en mi cuerpo. ¡No, esto no es justo! El deseo se apodera de mí, así que los planes anteriores se desvanecen en unos segundos. Mi control no está muy bien el día de hoy. Solo verlo, aunque sea dormido, me trastorna sobremanera.
Me subo a la cama lentamente. El pequeño movimiento parece que lo despierta un poco, porque mueve sus brazos hacia arriba, haciendo que se vean más grande de lo normal. No me detengo mucho más, puesto que quiero sentirlo abajo de mi cuerpo. Su pecho es grande, fuerte. Su piel blanca tostada por el sol. Su cabello largo cayendo por su rostro. Su barba incipiente que tan bien se le ve. Todo me invita a provocarlo. Es lo que haré.
Abro mis piernas, para poder quedar a ahorcajadas sobre él. Lo siento debajo de mí, su piel fuerte, sus caderas de hombre. Mis manos tocan su abdomen fuerte, mis dedos sienten su fuerza, el calor de su piel. Me inclino poco a poco sobre él, por lo que mis pechos rozan un poco los suyos. Quiero besarlo, pero no estoy segura de hacerlo. Su respiración, su olor, todo me hechiza. Su ojos siguen cerrados. Retrocedo, desistiendo de mi plan. !Qué loca estoy!
Sin previo aviso, su pierna se levanta, haciendo que vuelva al lugar en donde estaba. El corazón se me acelera más, si cabe. Debajo de mí siento como su excitación empieza a notarse. ¡Madre mía, cómo me vuelve este hombre! Vuelvo de nuevo, me acerco lentamente a su boca, respirando fuerte, sintiendo la electricidad entre los dos. Él no me mira, sigue con sus bellos ojos cerrados. Este juego me encanta. Mis labios tocan los suyos, mi lengua rozan sus labios, suave, tiernamente. Me corresponde lentamente.
Sus labios comienzan a tomar vida, a provocarme más todavía. Su pierna me empuja más arriba, para que sus manos puedan tomar mi rostro. Sus manos fuertes y grandes son parte de mi refugio. Me siento sexy cuando lo hace. Mis dedos se aferran a su abdomen. Voy perdiendo el control, sin remedio. Mis besos se vuelven torrentes, como los de él. Mis manos lo recorren, mis caderas se mueven para arremeter contra su cordura. !Está funcionando, su respiración está a mil, su excitación me asombra!
―Sigue despertándome así, preciosa, y no podré responder de mí en todo el día.
Sonrío, pero sus besos no me dejan seguir haciéndolo. Sus manos dejan mi rostro, para rozar todo mi cuerpo. Toma mis caderas y da la vuelta. Sin esperar, me coloca debajo de él. Pierdo el control de la situación en cuestión de segundos. !No tengo intenciones de que responda de él, quiero que haga todo lo que quiera y necesita conmigo! Mis manos van a dar sobre mi cabeza. Sus ojos me dicen qué hacer Sé lo que quiere. No las muevo ni por un segundo, a menos que me lo diga. La satisfacción de sus ojos al ver mi disfrute es algo que va más allá de mí.
No sé qué ni cómo lo hace, pero sabe perfectamente cómo tocarme, cómo besarme para hacerme explotar cuántas veces él quiera. Sus manos, sus labios, su cuerpo, me conocen tan bien, como yo a él.
La entrega se hace presente. El deseo, el placer, la intensidad, el juego, el amor, se hacen presente. Convirtiéndose en un cóctel de sensaciones, de felicidad, de satisfacción. Me da todo lo que necesito. Su cuerpo, su deseo, su alma, su intensidad. Hace que explote de mil maneras, que me vuelva loca por él, que le pida con fervor que me haga suya hasta la saciedad.
―¡Por favor, por favor! ―le ruego.
―Pídemelo, preciosa ―me exige.
―Hazme tuya. No puedo más.
Sus ansias de estar dentro de mí se notan. Como loco, como un salvaje, entra entre mis piernas.
―Eres mía ―me dice, cuando su hombría se adentra en mí.
―Siempre ―contesto entre jadeos, sin poder evitarlo.
Mi respuesta le gusta, lo enciende. Saberme de él, saberme complacida, saberme una mujer excitada solo por él, lo encuentra exquisito e insoportable. Todo su cuerpo me exige, me pide que le dé placer. Así que muevo mis caderas también, buscando su liberación. Sus gemidos, su impaciencia, su fuerza me dicen que falta poco.
En la medida en que su intensidad aumenta, voy acercándome al precipicio también. Él lo sabe, lo siente. Lo que hace que su excitación no dure mucho más. Me da todo lo que tiene, con un gran gemido y mi nombre entre sus labios. Mis manos se aprietan entre ellas cuando mi cuerpo no se controla. Su nombre sale de mi boca como una plegaria de agradecimiento.
Ambos quedamos extenuados, uno al lado del otro. Me toma y me acerca hacia él. Besa mis cabellos, me mira directo a los ojos. !Tan tierno! Lo beso en los labios y me responde.
―Te lo repito, no respondo de mí en este día, preciosa.
―No quiero que lo hagas. Me plantearé levantarte de esta manera regularmente ―digo entre risas.
Lo abrazo fuerte y me quedo allí en su pecho, escuchando cómo se ríe también. Sé que piensa que soy un peligro, pero realmente lo soy para él, el que me enciende y me enternece al mismo tiempo.
Como lo ha dicho, esta vez solo ha sido la primera. Estoy ansiosa por saber qué hará después. Por ahora, disfruto nuestra cercanía y nuestras charlas en cama.
Derechos Reservados
Autora Dayana Rosas S. G.
Imagen - Desconocida
0 comentarios
Publicar un comentario