ENAMORADA DE UN ADONIS II

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ENAMORADA DE UN ADONIS


PARTE II



El juego termina justo cuando la música empieza a sonar tras nosotros, en el local en donde hemos comido antes mis hermanas y yo. ¡Música en vivo! ¿Puede ser esto mejor? Amaya, menor por dos años que yo y la más loca, se empieza a mover con el ritmo de la canción, toma la pelota entre sus manos y detiene el juego. La emoción y el ritmo la tocan como siempre ocurre cuando escucha una canción que le fascina. No puedo hacer otra cosa que reírme con todas mis ganas. Sin esperar mucho más, la pelota va a parar a las manos de Antón. Ella se mueve rápido hacia Maikol, lo toma del brazo y se lo lleva sin preguntarle nada si quiera.

―Las esperamos allá. ¡Vamos, vamos! No le pegue a mi negra. ―Maikol solo ríe y la sigue con sus ojos instalados en las caderas de mi loca hermana.

Cuando observo a Elena, me doy cuenta de que no se queda atrás. Sigue los pasos de Antón hacia la tumbona para dejar la pelota. Él la llama con el dedo índice de la mano derecha, con una sonrisa tan pícara que me da risa. Mi hermana sonríe como tonta y toma su mano, toda rojita. Si se viera el rostro en este momento le daría un ataque, sabría que este chico ya conoce sus sentimientos hacia él.

Sin tener ningunas intenciones de ir hacia la pista de baile tomada de la mano de William, dejo que él se adelante. Además, ¿para qué mentir? Me fascina verlo caminar y moverse. Me río para mí al pensar lo guapo que es este hombre. Y lo peor, lo sabe y se aprovecha de eso. ¿Conmigo? No lo creo, no le intereso. Sino supongo que estuviera peor de lo que estoy ahora. No dudaría en lanzarme a sus brazos, aún sabiendo que no me quiere igual que yo a él. Siempre he escuchado que hay uno que ama más que el otro, y como la chica de la película, esperaría con todas mis ganas no ser yo.
 
Ahora soy más estúpida, pensando en un imposible. ¿No y que estaba prohibido ilusionarse, Fátima? Dejo de pensar en boberías, vuelvo a la realidad, mirando la espalda de William: grande, ancha, con músculos en donde no tenía idea que pudieran haber, con rastros de sus vellos corporales. ¡Fascinante su cuerpo! ¡Tantas cosas que se me antojan a pensar hacerle! Jamás me había pasado esto con ningún hombre. ¡Dios mío, qué sensaciones! Lo mejor será apartarme de él a toda costa.

Cuando llego por fin a la pista de baile, hay muchas parejas disfrutando de esta canción tan sabrosa, incluyendo a mis dos hermanas. Veo a mi alrededor, buscando a una sola persona que se me ha perdido gracias a mis pensamientos. Mientras indago los espacios, observo la cantidad de chicas y chicos que están en la barra y en las sillas de lugar. ¡Y yo con estas ganas de bailar! Varios me miran pero no hacen nada para sacarme. ¡Perfecto!
 
De pronto, suena mi canción: Noche de estrellas de José De Rico y otros cantantes. Un suspiro se me escapa. Todavía recuerdo cuando quedé completamente impactada por este Adonis aquella vez que lo vi bailar sobre la barra en aquella caseta de feria. Sonrío recordando lo atontada que estuve, no le quité la mirada por un instante, como otras tantas. Todavía estoy intentando mover las caderas como él lo hace. ¡Él es impresionante! 

Después de verlo allí tres días seguidos, no pude evitar pedirle bailar conmigo. Pensé que me diría que no, pues no soy tan guapa ni bonita como otras, que pienso son las chicas a la que está acostumbrado. Pero aceptó sin molestia alguna. Esta era la canción que estaban pasando, la que bailamos. Recuerdo que al principio me tomó firme, dejando un espacio entre los dos. Era la primera vez que bailaba con un chico, pero eso nunca lo sabrá. Luego, me acercó más a su cuerpo. Sentí sus piernas entre las mías, sus brazos en mi espalda; una de mis manos tocaba su espalda, pude sentirlo todo. Sus movimientos me llevaban, me provocaban, me hacían sentir más sensual de lo que nunca me he sentido. Mi cuerpo se amoldó a él a la perfección. Desde ese día he soñado con él. Pero no ha sido lo que me ha enamorado.

Ahora que lo pienso me ha enganchado a él su pasión, sus ganas, el amor por su hijo: es algo que me enternece, el deseo de superarse, de ser alguien, el amor por el baile. Desde ese día nos convertimos en conocidos él, sus amigos y mis hermanas. Poco a poco y de diferentes maneras, he ido escudriñándolo y enterándome de cómo es en realidad, como persona, no como artista.

Vuelve a sacarme de mis pensamientos un chico, más alto que yo, pero no mucho: catire, ojos azules, blanco. Asombrada sonrío, no sé qué decirle. Sin querer mis ojos rozan el extremo opuesto, veo a William sonriéndole a una chica. La muy tonta está de lo más lanzada con él, en traje de baño, sin taparse absolutamente nada, a pesar de que está en el local. Se mueve y se contonea para él. Decidido, si a él no le importa bailar esa canción con otras, pues a mi tampoco. ¡Faltaba más! Ha empezar a quitármelo de la cabeza.

―Por supuesto. ―Sonrío sin muchas ganas.

Me toma de la mano y me lleva a la pista. Cuando vamos a empezar a bailar siento un tirón fuerte, por lo que observo al chico preguntándole qué pasa.

―Lo siento, amigo. Esta canción es mía, ella está conmigo.
―Pero . . .―Lo miro incrédula.

El chico asiente la cabeza, pero no está muy convencido. Se aparta, como si quisiera que dejara a William y me fuera con él. Debería hacerlo, pero es que no quiero. Me gusta sentirme entre sus brazos, es como si estuviera segura aquí en su cuerpo.

―¿De verdad ibas a bailar esta canción con otro hombre? ¿Nuestra canción?
―¿Qué? ¿Pero de qué hablas? ¿Reconoces esta canción? Además, tú estabas bastante cómodo con una chica por allá. ¿Por qué iba a pensar que querrías bailar conmigo?
―Por supuesto, Fátima. La primera canción que bailamos juntos. Esa noche tenía muchas ganas de bailar contigo. Es nuestra canción.

Sus ojos marrones me dicen que es cierto, que todo lo que dice lo siente. ¿Pero qué es esto? ¿Es por mí por quien siente algo?

―Pero . . . Sí, esta fue la canción.
―No quiero verte bailar con otro que no sea yo. Sé que soy duro, difícil, serio y que me cuesta abrirme, pero cuando sé que quiero algo no lo dejo a medias.
―No, no digas más. Disfrutemos la canción, por favor ―digo mirándole a la cara, luego a los labios. ¡Qué bello! No puedo evitarlo y le doy un beso muy suave en la mejilla―. Gracias.

Sorprendido, me sonríe con una de esas sonrisas que te llegan al alma. Siento como su cuerpo se relaja como el mío. Su pierna la siento entre las mías, me acerca completamente hacia su cuerpo, como si fuéramos uno. La música suena y nuestros cuerpos son movimientos, sensaciones, roces, sudor, placer. Sentir sus caderas contra las mías, haciéndome mover a su antojo, a su necesidad, es algo que no puedo describir. Tener su pecho contra el mío, sus brazos a mi alrededor, mi cabeza contra la suya, es algo que jamás pensé. ¡Que bien se siente! ¿Qué debería hacer desde ahora? No lo sé, totalmente perdida estoy. Pero ahora, disfruto como nunca en mi vida. ¡Ojalá no se acabe nunca!

DERECHOS RESERVADOS
Autora Dayana Rosas
Imagen y edición Marianny Pulgar

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