LA BAMBALINA Y EL COPO DE NIEVE

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LA BAMBALINA Y EL COPO DE NIEVE




Esa noche ella estuvo pensando una y otra vez lo que pediría a su querido San Nicolás para la noche de Navidad. Pero realmente no se le ocurría nada. Desde pequeña, nunca le enseñaron a pedir cosas puntuales, puesto que estaban convencidos de que Él sabía de antemano lo que cada uno de ellos necesitaba.

Ya con sus veinticinco años de edad, y a sabiendas de que la mayoría decía y pensaba que San Nicolás no existía, se encontraba pensando qué podía pedir. No hubo año que pasara que no le escribiera una carta a su querido santo. Nunca pidió cosas materiales, sino hermosos deseos para los suyos. Hoy en día, todos estaban bien y al pie del cañón. Eran felices y estaban tranquilo. Así que, por primera vez en mucho tiempo, le estaba siendo difícil escribir su tan anhelada carta.

Se rehusaba a desistir de escribirla. No podía hacerle eso a Él. Siempre lo saludaba, le daba las gracias por lo que conseguía en el año y le pedía eso tan especial. Era parte de ella, no podía fallar.

De pronto, una idea se le ocurrió. Desde hace día estaba teniendo un sueño. Sabía que algo le quería decir pero no lograba descifrar qué. Así que tomó el portamina, la hoja en blanco y empezó a escribir:




          “Querido, San Nicolás

        Espero que estés muy bien. Quisiera poder tener la capacidad de volverte a ver como aquella Noche de Navidad. Te doy las gracias por todas las cosas que hemos conseguido en este año. Sé que eres parte de ello también.

         Me ha costado decidir qué pedirte. Pero sé que también me ayudarás. Desde hace días he tenido un sueño y no logro saber qué me quiere decir. Por favor, te pido fervientemente que me ayudes a saber qué me quiere decir la Vida con ese sueño.

        Te quiero mucho, tengo fe en ti y la tendré toda mi vida.


      Thais.




Terminó su carta, la dobló, tomó el sobre y la metió. Fue corriendo a colocarla en el árbol. Su padre estaba en la sala. Al verla, como siempre hacía, sonrió y no dijo nada. Ella la acomodó entre las ramas de su árbol.

Al día siguiente, la carta no estaba. Eso siempre le sucedía. Pensaba que era su padre quien la guardaba pero no le decía nada. Estaba segura de que todavía lo hacía. Pero no le importaba, pues también estaba segura de que Él la leía de alguna manera. Así que sonrió al no verla esperaba con ansias la Noche de Navidad.

Pasaron los días y el mismo sueño se repetía una y otra vez, con más frecuencia y con más intensidad, pero no lo entendía. Los personajes no eran claros, ni tampoco su papel. ¿Dejaría que todo pasara? ¿No la ayudaría esta vez con su pedido? Se negaba a creerlo.

Llegada la noche vieja, como era de esperarse, no fue a dormir temprano, pues estaba disfrutando con su familia. Cosa que no le preocupó. Sería cuando durmiera que todo se daría. Gozó la noche. Comió, bailó, prendió estrellas con los sobrinos, vio los fuegos artificiales. En conclusión, fue una noche espectacular.

Cansada, al terminar la celebración, se dio un baño y fue a la cama, convencida de que esa vez tendría su respuesta. Cayó sin remedio. El sueño empezó de nuevo. Los dos hombres, las tres chicas, la guerra, ella en medio. Un caos y ella no se movía ni un centímetro.

Al despertar, en su cama, había una bambalina cristalina con un copo de nieve dentro. Se preguntaba si habría sido su padre. Al tomarlo, era frío como la nieve. Parte del polo norte en un espacio. De pronto, apareció de nuevo el rostro de Santa, le sonrió y le guiñó el ojo como aquella vez. La emoción la embargaba, la felicidad la tomo completamente. Acarició la silueta del rostro y rió. Después, desapareció.

Dentro de la bambalina empezaron a aparecer unas letras: "No puedes huir de tu trabajo. Basta de estar quieta, de no hacer nada. Eres como este copo, no lo olvides".

Allí estaba su respuesta. Ahora tendría que saber qué significaba un copo de nieve, eso le mostraría su camino. El que estaba dispuesta a tomar.
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Imagen Pixabay - geralt
Dayana Rosas S. G.

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