EL BOSQUE DE LA PEREGRINACIÓN
EL
DESPERTAR DE MIDAN
Seguimos
el camino del gran bosque. De vez en cuando miro a mi Katya para
observar sus ademanes. Algo en ella ha cambiado. No sé decir si es
su postura, su esencia, pero algo de ella ya no es lo mismo. Cada vez
que me la observo, sus ojos pactan con los míos, llenos de calma y
de cariño. Me envuelve por completo. Realmente me transmite esa paz
que se aflora en ella.
Pero
la incertidumbre todavía toca mi corazón. ¿Qué podría pasarme a
mí? Nunca he sido tan especial como ella, ni tan temeraria. Aunque
las dos hemos recibido las mismas clases, entrenadas de la misma
manera, Katya siempre ha sido más fuerte. Ahora entiendo el porqué.
Es una guerrera, llena de poder, calma, sabiduría y estrategia. ¿Qué
me toca?
Sin
darme cuenta, caigo por un desfiladero. Ruedo como un tronco por la
empinada. Algo me detiene, aunque no siento ningún golpe fuerte en
el cuerpo. Al abrir los ojos, subo mi visión y allí está. Mi gran
amiga sosteniéndome para no seguir en la caída. Su espada está
clavada profundamente en la tierra, para mantenernos en ese lugar.
¡Increíble!
De
alguna manera hemos llegado hasta aquí. Este paso nunca lo habíamos
visto en las veces recorridas estas tierras. Katya me sostiene, sus
ojos y sus tatuajes brillan más y más, en la medida que va
concentrando su fuerza.
―Vamos,
Sgòthan.
Ayúdanos. Tenemos que sacarla de aquí.
La
espada brilla más
y más, como si estuviera asintiendo a lo que su portadora le dice.
Poco
a poco, se va resquebrajando la tierra en la que está encajada
Sgòthan,
su
color se va tornando amarillento, avecinando peligro. Mi amiga me
toma más fuerte de la cadera. La miro con súplica, pidiéndole que
me suelte, que me deje y que ella se vaya. Si salgo de esta es por mi
propio mérito, sin culpabilidad. Si ella muere todo para mí habrá
acabado.
―No
te voy a dejar. ¿Estás loca? Nunca.
―Déjame,
Kat. Sigue el camino que has encontrado, si no puedo encontrar el
mío, no valgo la pena.
―Que
no. Déjame buscar la manera.
Observa
todo el panorama. Un tronco aparece de la nada, dándonos esperanzas
de salir de allí. Cierra sus ojos y la energía entrar más
vigorosamente, la recorre entera. Cuando vuelve a abrirlos, la
decisión está grabada en ella. Me toma de alguna manera que no
logro comprender, sus brazos son hercúleos. Me lanza sin aviso hacia
el árbol, que se encuentra casi llegando a la cima de donde hemos
caído.
Siento
como vuelo, como la brisa me golpea la cara; también cuando caigo
sobre la grama al lado del árbol, me agarro con fuerza a él.
―Ahora
es tu turno Kat ―le
grito.
Flexiona
su pierna en el suelo para darse impulso y alcanzarnos. Pero no tiene
suficiente tiempo, el tumulto de donde está sujeta cae
estrepitosamente. Veo como se despide con sus ojos, una lágrima cae
sobre su mejilla.
―¡Nooooooo!
¡Katya!
Ni
un grito se escucha, solo ella cayendo, junto con lo demás. La
resignación en su cara. ¡No, no , no, no por mi culpa! Algo dentro
de mí empieza a emerger, más fuerte lo siento en la medida que
Katya se acerca al suelo para su final. ¡Ahhhhhh!, un dolor se
instala en mi espalda. Grito fuerte, para aliviar la sensación. Los
omóplatos no los aguanto. Me abrazo a mí misma, lo que hace que
suelte el tronco y caiga, al igual que mi amiga, al precipicio.
No
me importa, solo siento el dolor y la cara de mi hermosa guerrera.
Los ojos de terror cuando ve que caigo como ella es indescriptible.
Empieza a moverse como si quiera llegar donde estoy. Su cuerpo sigue
cayendo y mi mente no lo puede soportar.
―¡Despierta,
Midan! ―escucho un grito que me sacude.
Siento
como la energía me recorre completa, como abro mis alas, las que
salen de mi espalda. Mis ojos son completamente marrones, lo veo tan
distinto. Metros y metros de espacio, todo en un segundo. Escucho una
risa de triunfo. Katya. La busco entre los elementos que caen, si
felicidad es completa. Lo que sentimos la una a la otra nos embarga.
Pero mi necesidad en ese momento es de protección. Sin saber cómo,
salgo volando como flecha hacia su dirección. No
voy a poder llegar, no me dará tiempo. Intento
ir más deprisa, pero no logro controlar mi velocidad, ni mi fuerza.
Más,
más y más cerca está del suelo y no logro llegar a ella. La calma
de su aptitud me perturba., no logro entenderla.
―He
cumplido mi trabajo, Midan. Protegerte y despertarte
―la escucho en mi mente.
―Pero
no, aguanta por favor.
Cuando
ya solo falta un metro para que impacte contra el suelo, su energía
se transforma, se hace impenetrable. Sgòthan
reacciona
de forma inmediata. Brilla con esa luz blanca que la caracteriza, la
envuelve en una esfera como de vidrio. ¡Magnífico!
Tengo
suficiente tiempo para llegar a ella, tomarla de la mano y juntas
aterrizar suavemente en el suelo. Nos damos un abrazo sentido, de
necesidad, de amor, de comprensión.
Al
separarnos, un pequeño cofre marrón nos antecede. Miro mi vestido
blanco y mi cinturón rojo, buscando el lugar de donde pudo haber
salido, pero no. No recuerdo haberlo traído antes. Algo
me dice que lo tome y así lo hago. Las dos nos miramos algo
asombras.
¡Pero bueno, si ya no nos hemos asombrado con lo que nos ha pasado
hasta ahora, nada debería!
La abro sin ningún miedo.
De
pronto, dos seres se crean de la nada, como un genio de la lámpara.
Al principio, etéreos, casi humo; luego, se tornan físicos y
humanos. ¿Quienes
serán? ¿Qué querrán?, nos preguntamos.
Derechos Reservados
Dayana Rosas
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