DAME UNA OPORTUNIDAD
EL CHAMÁN
Ava abrió los ojos lentamente, algo confundida y desubicada, sintió como algo se movía por entre sus cabellos. De golpe, recordó todo lo sucedido el día anterior y la manera vergonzosa en la que cayó desmayada. Impulsivamente, apartó de un golpe lo que estaba en su cabeza, sintiendo unos dedos tibios cuando lo hizo. Sorprendida, del regazo del humano se levanta apresuradamente.
Unos ojos verdes esmeraldas la estaban observando con detenimiento, lo que hizo que se incomodara, no porque no estuviera acostumbrada a ello sino por las sensaciones extrañas que le provocaba. Miró urgente hacia otro lado, pero sus ojos le seguían. Él sonrió como un niño, eso la descolocó sobremanera, jamás hubiese esperado eso de él, menos después de lo que ella le había hecho a él: cazarlo.
-¿Me esquivas la mirada? ¿A mí? Es broma, ¿no? -dijo con una sonrisa burlona.
Ava carraspeó la garganta, respiró profundo y le dio la cara. No sabía como reaccionar ante él, algo tenía este humano que la descontrolaba. Pensándolo bien, quizás por eso había atado sus sogas con menos fuerzas que a otros y, cosa lógica, había aprovechado para escapar. Si hubiese sabido que era un hechicero, jamás hubiese aceptado el trabajo. A ellos era a lo único que ella temía, seguramente por eso la incomodaba tanto.
-No, ¿de qué hablas? -respondió como pudo. Al mirarlo por completo pudo constatar de que el humano era hermoso, masculino. ¿Quién lo diría? Lo que más temía, ahora le atraía. Estaba loca, uno como él había acabado con toda su familia: recordaba cada grito, cada sonido, cada gota de sangre derramada. La piel se le erizó.
-No. Te equivocas. No soy un hechicero. Por lo menos, no como tú los conoces.
-¿No? ¿Qué eres entonces? Porque es obvio que nos has engañado a todos.-Ava lo observó detenidamente.
-El Chamán de mi tribu. Los Macoas. No soy de estos lugares, vengo de muy lejos, buscando el momento y la persona precisa para llevar a cabo los designios de la Vida.
-Pero, . . . ¿qué designios son esos, qué persona es esa?, ¿por qué el Señor Dever te quiere en sus manos o peor, muerto? -Él volvió a sonreír.
-Ava, nosotros sabemos que la muerte no existe, es un cambio de expresión de la Vida, simplemente eso. Te contaré todo, Ava, si haces un pacto conmigo y me ayudas a encontrarme con el indicado.
-No. Te equivocas. No soy un hechicero. Por lo menos, no como tú los conoces.
-¿No? ¿Qué eres entonces? Porque es obvio que nos has engañado a todos.-Ava lo observó detenidamente.
-El Chamán de mi tribu. Los Macoas. No soy de estos lugares, vengo de muy lejos, buscando el momento y la persona precisa para llevar a cabo los designios de la Vida.
-Pero, . . . ¿qué designios son esos, qué persona es esa?, ¿por qué el Señor Dever te quiere en sus manos o peor, muerto? -Él volvió a sonreír.
-Ava, nosotros sabemos que la muerte no existe, es un cambio de expresión de la Vida, simplemente eso. Te contaré todo, Ava, si haces un pacto conmigo y me ayudas a encontrarme con el indicado.
El humano movía su cuerpo, sus manos al hablar, por lo que ella podía distinguir lo fuerte de su anatomía. Y pensar que hasta hace pocas horas estaba casi muerto. Ava trataba de entenderlo, pero no podía. ¿Todos los hombres de su tribu serían así de condenadamente guapos? Cerró los ojos, concentrándose en sus preguntas, suspiró y tomó su decisión.
-Sí, lo haré. Adiós comisión por tu captura, pero no me importa. Primero, ¿cómo sabes mi nombre?; segundo, ¿cómo te llamas? Si voy a hacer un pacto, debo saber con quién. Tercero, ¿por qué te escapaste si sabías que otros te están buscando? Nunca te hice daño. Cuarto, ¿por qué la ilusión enfrente de todos?
-¿Quieres saber algo más? -Ava lo miró con cara de pocos amigos-. Mi nombre es Casiquiare, Chamán de mi tribu, sanador y vidente.
-Sí es cierto lo que dices, entonces sabías que estaba detrás de ti, que el torturador te iba descuartizar. ¿Y te dejaste atrapar? -Ava se levantó furiosa de la silla, buscando camino para salir del cuarto.
-Siéntate -dijo Casiquiare, mientras le sostenía la mano y la obligaba a sentarse-. Nunca más hagas eso. Te irás cuando diga y necesite. No me vuelvas a dar la espalda.
-¿Eres estúpido o qué? Tú no me obligas a nada, jamás, ¿lo entiendes? Desde hace mucho dejé de ser títeres de los hombres, menos de un humano.
-Seré humano, pero ahora me perteneces. Acata y acepta mis costumbres, hagamos el pacto como una ofrenda a esta relación y todo irá bien.
-Mira, déjate de palabrerías idiotas. Sí te ayudaré, dije. No soy tuya, nunca lo seré, menos si eres un energúmeno machista. Dime a quién buscas y te diré cómo puedo ayudarte. Tú eres el que tienes que aceptar mis costumbres y vivir con eso. Soy la que te va a salvar el trasero.
-¿Quieres saber algo más? -Ava lo miró con cara de pocos amigos-. Mi nombre es Casiquiare, Chamán de mi tribu, sanador y vidente.
-Sí es cierto lo que dices, entonces sabías que estaba detrás de ti, que el torturador te iba descuartizar. ¿Y te dejaste atrapar? -Ava se levantó furiosa de la silla, buscando camino para salir del cuarto.
-Siéntate -dijo Casiquiare, mientras le sostenía la mano y la obligaba a sentarse-. Nunca más hagas eso. Te irás cuando diga y necesite. No me vuelvas a dar la espalda.
-¿Eres estúpido o qué? Tú no me obligas a nada, jamás, ¿lo entiendes? Desde hace mucho dejé de ser títeres de los hombres, menos de un humano.
-Seré humano, pero ahora me perteneces. Acata y acepta mis costumbres, hagamos el pacto como una ofrenda a esta relación y todo irá bien.
-Mira, déjate de palabrerías idiotas. Sí te ayudaré, dije. No soy tuya, nunca lo seré, menos si eres un energúmeno machista. Dime a quién buscas y te diré cómo puedo ayudarte. Tú eres el que tienes que aceptar mis costumbres y vivir con eso. Soy la que te va a salvar el trasero.
Casiquiare frunció el ceño, mostrando su descontento con el comportamiento de Ava. A ella le importó poco. Sí, él sabía que ella era difícil, pero tenía que llevársela por su propia voluntad. Si no todo estaba acabado. Él no podía permitirlo, para algo los elementales le habían dado el don de la visión.
-Pasa de esas expresiones conmigo. Así de delicada como eres al moverte es como deberías ser al hablar. Preguntaste por qué sé tu nombre: ayer cuando me salvaste, me diste parte de tu poder y tu esencia. Lo pude ver todo a través de ti y entendí muchas cosas. Sí, sabía todo eso. Lo que no imaginé fue lo realmente letal que eras para mí; sigilosa como la pantera, no te escuché y por eso me atrapaste. No tuve que dejarme atrapar. El monstruo que me atacó, no sabía que se llamaba así: el Torturador. Dejé que me hiciera, no sin antes luchar con él por las atrocidades que pensaba. Una ofensa hacia mí. Tenía que dejar que pasara para poder tenerte de mi lado. Te necesito. Tampoco quiero que me temas. No soy un hechicero oscuro, no te haré daño.
-Lo sé, cabeza hueca. Si no ya me lo hubieras hecho. ¿Te sientes mejor? ¿Cómo sigue tu pierna?
-Mejor, gracias a tu energía. No lo hagas más, te desmayaste por darme más de lo que podías.
-Hice lo que tenía que hacer para que vivieras. Ni más ni menos. Estabas . . .
-Lo sé, cabeza hueca. Si no ya me lo hubieras hecho. ¿Te sientes mejor? ¿Cómo sigue tu pierna?
-Mejor, gracias a tu energía. No lo hagas más, te desmayaste por darme más de lo que podías.
-Hice lo que tenía que hacer para que vivieras. Ni más ni menos. Estabas . . .
El silencio inundó el cuarto. Ava no quería pronunciar la palabra muerte, porque no soportaba imaginarlo. Casiquiare lo sabía, aún así esperó a que ella continuara, pero no lo hizo.
-Gracias -fue la palabra que salió de los labios del Chamán.
Tomó su mano, aferrándose a ella como si de eso dependiera su vida. Quemaba, quemaba donde él la tocaba. A pesar de que tenía tantas otras preguntas, tenía que salir del cuarto. Su presencia la aturdía.
-Debo irme. Descansa. Cuando te sientas mejor sal y seguiremos hablando.
Con esas palabras se levantó como rayo y salió del cuarto, dejando a Casiquiare pensativo y sorprendido por la explosión de sus emociones al verla irse.
Derechos Reservados
Dayana Rosas
Siguiente parte:
0 comentarios
Publicar un comentario