ENAMORADA DE UN ADONIS PARTE VI

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ENAMORADA DE UN ADONIS 
PARTE VI
 
Como puedo, logro salir del camerino central hacia la barra. Trato de recomponerme, sin lograr mucho más. Camino en dirección a mis hermanas, hacia la barra central, pero la gente está a conglomerada en la parte delantera del lugar, por lo que no me las veo fácil para avanzar rápidamente hacia ellas.
Me hago un espacio, pidiendo permiso como toda persona normal; sorprendentemente me hacen el lugar y me dejan pasar. En poco tiempo llego a donde están Elena y Amaya. Cuando las veo, están allí de pie junto a la barra mirando embelesadas a los chicos bailar. Sigo sus miradas también y, ¿para qué negarlo?, bailan de p... madre.
Elena me toma de la mano urgente, al igual que a Amaya. Nos lleva para la parte del frente, con la finalidad de poder ver a nuestras anchas a los chicos. Además, nuestras primas quieren conocer a estos bailarines, por lo que esta loca los grabará y les enviará por celular. ¡Quedarán pero súper envidiosas cuando los vean! Solo de imaginarlo me entra una risa.
William empieza a buscar algo o a alguien con la mirada. ¡Será tonto! Después de lo que ha pasado y se atreve a mirar otra cosa. Me dan ganas de dejarlo allí e irme, pero verlo bailar es algo que disfruto en demasía. Así que me hago la tonta y sigo haciéndolo.
Cuando me ve entre la multitud se sonríe bellamente, así como para pararme el corazón. Me doy cuenta que era a mí a la que buscaba. ¿Podría ser más encantador? No es justo que me haga sentir de esta manera. Sonrío también, solo para él. La música sigue sonando, una de esas bien sabrosas en donde se mueven de lo más provocativos. Antón, Maikol y William se lucen con sus movimientos.
Escucho a las chicas de al lado gritar como locas por ellos, dicen que los aman y los vitorean. ¿Quién no lo haría? Hasta a mí se me escapa uno que otro grito cuando el ritmo y sus movimientos se me meten en las venas. Esta situación realmente me gusta. Que William sea visto, sea deseado, me gusta. Pero sé que me mira y me desea es a mí. ¿Verdad? Ya no hay duda de eso. Suspiro como la más boba y lo sigo mirando empedernida.
Luego empieza a sonar la canción «Cómo te descargo», en este momento es cuando la algarabía empieza, porque ellos se vuelven locos e inventan cosas para hacer. Recuerdo las palabras de William muy claras: este baile es para ti. La emoción toma todo mi cuerpo. ¿Qué es lo que hará?
Maikol comienza a dar la explicación de la canción y lo que significa mientras ellos siguen bailando. Comenta en tono juguetón que esa frase se dice cuando hay algo o alguien que te gusta, justo en ese momento me mira mi Adonis muy intensa y pícaramente. La piel se me coloca de gallina y una cosquillas me recorren el estómago y el vientre.
El moreno con ojos calaros, Maikol, le da el pase a William, quien empieza a moverse como nunca lo había visto. Se baja de la barra, sube hacia el piso de arriba donde está el Dj y empieza a moverse. Se quita la camisa, se ve el sudor por todo su atlético cuerpo. ¡Dios, esos músculos, ese abdomen, esos brazos y esa cara que coloca cuando me mira! !Quiere que me dé algo! Sube los brazos, dobla las piernas y empieza a mover sus caderas de una manera. ¡Dios mío, Dios mío! No sé si seguir mirando o quitar la mirada. Se acerca a la barra que delimita el piso en el que se encuentra y empieza a menearse contra ella. La mente me vuela y solo lo imagino en la cama moviéndose así para mí. ¡Ese hombre debe . . . calla, calla, Fátima! ¡Deja de pensar en eso!
Escucho a las mujeres todas gritando, aullando diría yo. Parecen lobas en caza. Pero estoy tan nerviosa que ni me importa. Luego, para poder morir, se salta la barandilla, se afinca en los dos muebles que hay abajo, se toma con las manos desde atrás y luego mueve las caderas de adelante hacia atrás. Se ve tan sexy, tan provocativo. ¿Cómo lo hace, por qué lo hace? ¡Madre mía!
Seguidamente, Maikol le da el pase a Antón, quien empieza a bailar, a quitarse la camisa y mover esas caderas como solo él sabe hacerlo. Miro a Elena y se le salen los ojos por él, pero no hace más nada que gozarlo y sonreír, no como las lobas que andan rondando. Mis ojos vuelven al escenario buscando a alguien, un alguien quien no veo. ¿A dónde se fue? Como por arte de magia vuelve a aparecer en la barra. Sé que mis mejillas deben estar pero rojas, con todo y que soy morena. Él clava sus ojos en los míos y, a pesar de que no le toca bailar, se mueve suavemente. ¡Sí, quiere que me dé un patatús en este momento! Cada vez que hace eso solo puedo imaginármelo de una sola manera.
Comienza a bailar ahora Maikol, con ese son tan suyo. Amaya empieza a vitorear y a gritarle. Él la mira y se sonríe mientras le baila. Es como si solo la viera a ella, como lo ha hecho William conmigo. ¡Madre mía, cómo se mueven estos hombres! Mi Adonis sigue moviéndose, ahora con claras intenciones de seguir lo que quiere, así que en pocas palabras reta a Maikol y ambos empiezan a divertirse bailando.
Para la sorpresa de todos, William se para de cabeza y mueve esas caderas, esas piernas. Se le nota ese tatuaje tan provocador en toda la cadera, y ese llave que tiene en la piel en todo un costado. Las mujeres gritan y gritan; en cambio a mí, el corazón me late como si dos mil caballos cabalgaran al mismo tiempo y las cosquillas no se detienen. Sé que debo irme, pero no quiero hacerlo. Me encuentro en un gran dilema. Lo veo tan cerca de mí, tan sexy, tan rudo, tan hombre que me intimida.
Para culminar su baile, saca una botella de agua, se la echa encima mientras se mueve seductoramente, al ritmo de la canción, se tira al suelo y vuelve a subir ayudado por sus manos. ¡Cómo debe ser este hombre en la intimidad! Se levanta, se baja de la barra y se acerca hacia mí, sin previo aviso, sin ninguna sonrisa, mas sí una mirada de deseo que me congela.
Me toma por la parte delantera del jeans, me acerca a su cuerpo. Me dejo hacer porque no sé cómo reaccionar. Las chicas gritan como locas, hasta mis hermanas. William baja la cabeza para mirarme, intimidarme. Solo puedo colocar mis brazos sobre sus fuertes pectorales, olerlo por completo, mientras creo que me voy a desmayar en el acto.
Segundos infinitos después, vuelve a la barra y sigue con el show, al igual que los demás. Para que pueda volver a disfrutar de todo y calmarme hace falta mucho tiempo. Así que no espero mucha más y voy directo al baño. Debo dejar de verlo y lavarme la cara para disminuir mis pulsaciones.
¿A dónde vas? pregunta Amaya.
Al baño. Ahora vengo.
Ambas asienten y yo sigo derecho hacia mi destino. La misma travesía que antes, estas mujeres no me dejan pasar. Cuando llego allí, respiro profundo, salto y salto para calmarme, me lavo el rostro y me miro al espejo.
Estás en aprietos, Fátima me digo a mí misma―. Ese hombre te trae mal, muy mal.
Sonrío, mientras me empiezo a calmar. Debo salir, actuar normal y no dejar que me intimide. Así podré controlarme y no dejarme llevar por el deseo. Respiro, me arreglo la camisa y salgo.
Cuando lo hago, en el pasillo está William esperándome. ¿Será posible esto? ¿Estoy soñando?

DERECHOS RESERVADOS
FOTOGRAFÍA Y EDICIÓN DAYANA ROSAS
ESCRITORA DAYANA ROSAS 

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