ENAMORADA DE UN ADONIS V

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ENAMORADA DE UN ADONIS
PARTE V


Dos horas y veinte minutos nos toma llegar a la caseta de los chicos. Aparcamos el carro, nos bajamos, lo cerramos y nos colocamos en camino a la feria. Cruzando la entrada nos percatamos de que los tres están en la barra, conversando y sirviendo los tragos a las personas. Como no es raro, muchas chicas y uno que otro hombre les piden hacerse una foto con ellos, a lo cual aceptan complacientes.
Para mi sorpresa, la misma estúpida del día de la playa está tomándose una foto con William. Sé que los celos no son buenos y que tampoco tengo derecho a ello porque no somos nada, pero es que si pudiera la arrastrara como mopa por todo el suelo. Entonces recuerdo lo que me dijo horas antes Elena. Suspiro, me arreglo las ropas y me dirijo hacia la barra. Las chicas me siguen sin decir palabra alguna, pero todas a la espera de lo que estoy a punto de hacer.
Ya en la barra, les sonreímos a los chicos. Cada uno se acerca para saludarnos, como siempre hacen. Maikol y Antón se aproximan y nos abrazan muy dulcemente, con sus sonrisas de siempre. Maikol le dice algo a Amaya y Antón a Elena. En cambio, William sigue tomándose fotos con la tonta más tonta, mientras estoy allí parada esperando que se digne a saludar.
Para mi sorpresa, del otro lado de la barra camina en dirección a nosotras, pero me pasa de largo y va directamente a saludas a mis hermanas. ¡No me lo creo! Elena se disgusta mucho, Amaya se queda sin saber muy bien que hacer. La primera le dice algo al oído a William, a lo que él responde con una negativa. Quisiera saber qué le dice, el corazón se me va a salir y las lágrimas también.
Cuando se separa, se aleja de la barra para meterse dentro de la multitud, totalmente disgustada. Amaya y yo la seguimos. Lo que ha pasado me ha golpeado sobremanera y tengo que ver cómo resolverlo.
¿Qué le has dicho? pregunto en el momento en que elegimos un lugar para estar.
No importa, linda. Es un estúpido, por no decir otra cosa. Si se mete contigo se mete con nosotras. Mejor nos vamos ya. No quiero estar más aquí.
¡Noooooo, por fa, Ele! Quien se ha metido primero con él he sido yo, ¿recuerdas? Y si nos vamos nada podré arreglar, además de que ustedes probablemente también pierdan la amistad con los chicos. ¿Eso quieren?
No, no queremos eso. Pero se ha pasado responde Amaya.
Se los ruego, chicas. Denme una oportunidad para arreglar todo.
Está bien. Fati. Has lo que tengas que hacer. Las cosas ha cambiado un poco de lo que hablamos, pero estoy segura de que sabrás que hace. Pero si el cabezotas ese sigue con lo mismo, nos vamos.
Gracias, gracias. Ya vengo. No se muevan de aquí.
No lo haremos ríe Amaya, estaremos moviendo todo el cuerpo para pasar el mal rato.
¡Bueno, Fátima, esta es tu oportunidad! O haces algo contundente y que este hombre sepa que no quieres juego y que vas con todo, o despídete de él. Camino hacia la barra y noto que solo está Antón allí. Cuando se percata de mí, me hace señas para que vaya por los laterales de la barra, lo cual hago.
Se acerca hacia mí para decirme algo al oído, mientras aproxima con su mano mi rostro al de él. Primero me pide disculpas por el comportamiento de su amigo, la idea de que es un inmaduro le ronda por la cabeza. Cuando ve que niego con la cabeza restándole importancia, me sonríe.
Necesito que vayas dentro y hables con él. Ha estado de un insoportable desde la última vez que las vimos. ¿Qué pasó? No nos ha querido contar.
Antón nota mi rubor y sabe que no tendrá de mi parte respuesta alguna, sin contar el hecho de que se ha metido en un tema íntimo.
Disculpa, Fátima, no quería ser un grosero. Pero por favor, entra y habla con él. Realmente lo hemos notado irritable.
Pero si ya viste que ni me quiso saluda. ¿Qué te hace pensar que quiere hablarme?
Hazme caso, linda. Necesitan hablar y él debe calmarse; eso solo pasará si hablas con él y resuelven lo que pasó.
Gracias, Antón. Te debo una, prometido que te lo recompensare. ―Sonrío como niña buena, maquinando cómo se lo voy a retribuir.
Entro al pasillo de la barra, me asomo a la puerta para dar al interior del camerino.
Buenas, buenas. Voy a entrar ―digo, mientras doy un paso hacia el frente.
Maikol está colocándose la camisa y William sentado cabizbajo en un silla. El primero se termina de colocar la camisa, se acerca hacia mí dándome un abrazo muy fuerte.
¡Por fin! ―murmura muy cerca de mi oído.
Así mismo, sin tener que pedírselo, sale del camerino dejándonos a los dos solos. William levanta la cabeza, la mirada más gélida que he visto nunca. Se levanta y me pasa por el lado. Es obvio que no quiere dirigirme la palabra ni nada parecido. ¡Vamos, Fátima! ¡O haces algo ya o pierdes tu oportunidad! Volteo mi cuerpo y, antes de que cruce el umbral, tomo su vigoroso brazo. Como puede deshace mi agarre, para seguir su camino. Rápidamente, lo sujeto con las dos manos, para dificultarle más la huida.
¡Por favor, William! Espera, habla conmigo. De verdad lo siento.
¿Sientes qué Fátima? ―pregunta, esta vez sin moverse ni un ápice todavía dándome la espalda.
Todo. Siento haberme portado así ese día, ser una cobarde para no darte la cara, romper el momento mágico que tuvimos. Pero entiéndeme . . .
¿Que debo entender, Fátima? ―vuelve a preguntar, esta vez mostrándome la cara―. ¿Que no quieres nada conmigo? Me lo dejaste bien claro hace dos días.
Mi cuerpo reacciona a sus palabras, por lo que comienzo a negar con la cabeza rotúndamente. Mi cuerpo va hacia el suyo sin dilación. Él poco a poco retrocede, hasta quedar recostado sobre la pared. Así es como mi cuerpo puede tocar el suyo, grande, fuerte, de hombre. Acerco mi cabeza a la él, rozo con mis labios los suyos, suave, lento, intenso, dándome entera en ese toque.
No, no es así Will. ¿No te das cuenta que estoy enamorada de ti? Que me colocas nerviosa y me intimidas cada vez que estoy cerca de ti? ―susurro entre beso y beso―. No te imaginas lo que me haces sentir, lo que imagino que haría solo porque me lo pidieras.
Siento como su respiración se acelera, como su pecho sube y baja más y más rápido, como su boca responde a la mía. El beso se intensifica por él, el deseo nos embarga, nos llena. Queremos todo uno del otro.
Me toma de las caderas y ahora soy yo la que queda de espaldas a la pared, recibiendo las atenciones de este Adonis. Sus manos recorren mis caderas, su boca mis labios, mi garganta, mi cuello. Mis manos atraen sus caderas hacia las mías, queriendo sentir todo. Lo acaricio intensamente, igual que él a mí. Nuestras respiraciones se hacen una. Sus manos aprietan fuerte, su barba me rasga la piel, es un dolor placentero. Los minutos se vuelven nada, el tiempo se detiene en nosotros.
Nos detenemos sin querer porque de arriba lo llaman para el nuevo espectáculo que deben hacer para el público. Se detiene, igual que yo. Nuestras frentes se juntas, ayudándonos a calmarnos y a respirar. ¡Pero qué difícil es separarme de él! Me toma de la mano, sus labios dan un casto beso allí. Sonrío como la más tonta enamorada.
Esta noche es mía, Fátima. Y todas las noches y los días de ahora en adelante. No te vayas, espera a que salga, por favor.
¿Pero y mis hermanas?
No te vayas, no lo hagas. Debo ir. Este baile es para ti, solo para ti.
Me da un beso rápido en los labios y sale del camerino. Y yo me quedo estúpida por unos segundos. ¿Suya por siempre? ¡Que bien se escucha eso! No puede esperar a ver cuál es mi baile esta noche.

Derechos Reservados
Edición de Imagen Dayana Rosas
Autora Dayana Rosas

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