SIMPLEMENTE A SU LADO IX

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SIMPLEMENTE A SU LADO

PARTE IX


Me sigue apretando fuerte. Cuando tomo conciencia de la situación, trato de apartarme. Víctor no me deja. Sigue acariciándome la cabeza, me seca las lágrimas teniéndome entre sus brazos. Como por arte de magia, me calmo, dándole paso a la paz, la vergüenza y la incertidumbre de su presencia aquí. Se separa un poco de mí, ve mi rostro y niego con la cabeza.

―Esto no se va a quedar así. Ese malnacido va a tener lo que se merece por intentar… ―Se interrumpe, no pudiendo terminar la frase.

―No ha pasado nada, Víctor. Déjalo así. ¡Por favor, no interfieras!

―Di lo que quieras, Lorena. Pero se ha metido contigo. Ese poco hombre sabrá lo que es meterse con una mujer.

Lo observo una y otra vez, y no logro entender qué hace aquí. Debería estar con su novia, pero se encuentra aquí, conmigo, calmándome. ¿En qué estará pensado este hombre?

―Víctor, ¿qué haces aquí?

―Martha me contó y tuve que venir para saber cómo estabas.

―Lindo, si apenas me soportas ―comento, tratando de sonreír sin poder lograrlo―. Todavía no entiendo, aunque te doy las gracias. De verdad, me has calmado bastante. Sentía miedo, pero ya no.

―Porque no tienes a un hombre que te defiende, Lore. Porque el hombre que amas no está aquí para hacerlo, así que me atrevo a hacerlo yo. Y no digas que no te soporto, para mí eres muy dulce y tierna, algo como una brisa que sienta bien. Eres mi amiga.

Lágrimas vuelven a salir, un sollozo se escapa de mi garganta. El corazón se me encoge y no puedo controlarme. Me siento tan vulnerable. ¡Dios, por lo menos pensará que lloro por la situación y no por sus palabras desgarradoras!

―No, Lore. No llores, no soporto que lo hagas. Todo ha pasado. ―¡Ni idea tienes Víctor! ―Deberías decirle a él, seguramente querría estar aquí, protegiéndote.

―Para con eso, por favor, Víctor. No te lo dije para que me lo estés restregando todo el tiempo. Fui sincera, pero déjalo pasar ya. Haz como si no lo supieras. Si no quieres estar, tienes la libertad de irte. Ya saldré como pueda de esto.

―¡Cómo me haces molestar, hermosa!

―No me digas así, Víctor. Ya estoy bien, ¿me ves? Puedes irte tranquilamente.

Me levanto de la cama para ir hacia la puerta, pero no me deja. Me detiene fuerte con su mano y vuelve a sentarme, de un tirón, en la cama. ¡Dios mío, quiero que termine esto!
Derechos Reservados
Imagen - Pixabay - efes
Autora Dayana Rosas S. G.

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