SIMPLEMENTE A SU LADO II

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SIMPLEMENTE A SU LADO

PARTE II

Busco en lo más profundo de mí. Vuelvo a abrir mis ojos y veo esos que me fascinan, lo que me hace suspirar. Quizás duela un poco.
―Sí, lindo. Quizás duela un poco no saberme la mujer que lo hace feliz, saber que sus atenciones, sus miradas y sus sonrisas sean de otra. Sí, quizá duela un poco y me arrugue el corazón; pero verlo feliz, contento y que, por lo menos, me permita estar y saber de su vida es suficiente para mí, así no le caiga tan bien y sea una pesada.
―No hay que negarlo. Lo eres. ―Ríe a carcajadas y yo también―. Es una pena, quizás si le dices… ―vuelve a insistir, mientras niego con la cabeza―. Está bien. Debe ser duro eso, Lore.
―Soy una chica fuerte, lindo. No soy la mentecata que crees. ―Coloca cara de molesto y me sonrío―. Puedo soportarlo, mientras me deje estar simplemente a su lado. Nunca lo sabrá si es por mí, así no sufrirá ni decidirá alejarme.
―¿Crees que podrás enamorarte de nuevo? ―Una pregunta de preocupación real.
―Dudo que llegue a vivir o a sentir como lo hago con él. Aunque no hay nada escrito, Víctor. No sé qué puede pasar mañana.
Intenta de nuevo asir mi mano, pero lo esquivo de nuevo. No insiste. Sé que quiere darme ánimo, pero no es precisamente de él de quien lo necesito. ¡Ojalá Ninoska estuviera aquí y me sacara de este aprieto!
―Sabes que puedes contar conmigo, ¿cierto?
¿Pero de qué está hablando? Si supiera la verdad, no me lo diría, sino que saldría corriendo en dirección contraria a mí. Asiento con la cabeza, le golpeo el hombro y me río.
―Ya lo sé, hombre, ya lo sé.
―¿Es Gabriel? ―Río a carcajadas―. ¿O Martín? ¿Tal vez Fernando?
―No te voy a decir, averiguador. ―Sigo riendo a carcajadas.
Notarlo interesado en el nombre del dichoso hombre me mata de la risa. ¡Claro, solo quiere fastidiarme en el grupo, molestarme porque estoy enamorada! ¡Increíble! ¿Quién lo diría? Sabe que no diré nada, así que no insiste.
―¡Qué misterio! No es un ladrón, ¿o sí?
―Serás loco ―digo, sonriendo y sorprendida por su ocurrencia.
De pronto, llega Sandra y nos interrumpe. Le da un beso a suave en esos labios tan provocativos que tiene Víctor, lo que hace que me voltee, muriendo de la vergüenza; luego, me saluda. Hago lo mismo.
―Ya es hora, Víctor. Tenemos que estar en la reunión a las 8 ―comenta Sandra, mientras lo toma de la mano.
―Sí. Adelántate, amor. Ya te sigo ―le contesta a su novia. Cuando ella se va, me toma de la barbilla y me mira fijo a los ojos. El corazón parece que se me va a salir―. Tomás es un mequetrefe que no sabe cómo tratarte. No es al revés. No lo olvides, querida.
Con esas últimas palabras me deja atontada, asustada y deshecha. Lo veo alejarse, haciendo que un torbellino de sentimientos revoloteen dentro de mí: tristeza por no ser sincera con él, con Tomás, por creerme una mala mujer, por ver cómo sonríe con ella; felicidad por saberlo dichoso en su relación, por tener la fuerza de terminar hoy mismo con esta farsa de relación, por sus palabras que calan directo en mi corazón, haciéndolo latir más de la cuenta.
Respiro hondo, dándome calma y serenidad. También yo debo asistir a mi reunión.

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Imagen - Pixabay - Pexels
Autora Dayana Rosas S. G.

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