SIMPLEMENTE A SU LADO
PARTE III
Al
cabo de media hora, llego a la casa de mi víctima el día de hoy. En
plena puerta de la casa de mi novio, mi cabeza solo piensa en Víctor.
¿Podré
estar más loca? Parece que sí.
Toco el timbre una sola vez y Tomás sale con Perla, su perrita, en
los brazos.
―Hola,
cariño. ¿Todo bien en el camino? ―pregunta, tan cariñosamente,
que se me seca la garganta.
―Hola.
Muy bien, gracias ―respondo, mientras me besa castamente en los
labios.
Me
toma de la mano y me entra en la casa. Lo sigo, algo nerviosa hacia
la sala. Cuando entramos, todo está dispuesto para una tarde de
películas: refresco, hielo, cotufas, chocolate, películas. ¡Dios
mío! ¿Cómo voy a empezar la conversación? No tengo idea. ¡Piensa
rápido, Lorena!
Nada se me ocurre, así que sigo la situación.
Me
siento donde me indica Tomás, permitiendo que la gata se monte
encima de mis piernas. La acaricio, mientras veo cómo mi novio
enciende la TV y coloca la película, una romántica, de las que más
me gustan.
Sale
corriendo y se sienta al lado de mí en el sofá. Es extraño, con él
me siento bien, no es alguien que me incomode, pero no siento esas
cosquillas en mi panza, no se me acelera el corazón ni quiero
tirármele encima. Simplemente siento un afecto, un cariño, pero
nada más. ¡Soy
de lo peor!
La
película comienza, se desarrolla entre risas, comentarios, aplausos
y gritos. Todo ha estado relajado, hasta cuando empieza la parte
íntima de la película. El dedo gordo de la mano de Tomás me roza,
una y otra vez, el dorso de la mía. Sé que pretende provocarme,
pero está lejos de hacerlo.
¡Por favor, no lo hagas!
No me retiro, pero no doy pie a que siga. Lo cual le importa poco,
nunca ha sido muy observador él. Siempre hace lo que quiere.
Sin
más espera, se tira encima de mí. Me besa, obligándome a abrir la
boca para dejarlo entrar. No quiero, no me siento bien. El rostro de
Víctor siempre se aparece cuando me besa. Así que lo detengo con
mis brazos, lo aparto, haciéndolo sentarse donde estaba antes.
―Tenemos
que hablar, Tomás.
―Luego,
nena. Primero, disfrutemos un rato ―responde desesperadamente.
―No,
debemos hablar ahora mismo ―insisto, lo más seria y preocupada que
puedo.
―¿Pasa
algo?
No
respondo, pero en mi mirada se nota la angustia que me devora. Tomás
se inquieta muchísimo, para después palidecerse como una hoja de
papel. ¿Se
ha dado cuenta lo que quiero hacer?
Derechos Reservados
Imagen - Pixabay - Unsplash
Autora Dayana Rosas S. G.
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