MI BARTENDER
PARTE I
Toda la semana mi hermana y yo
estuvimos atestadas de trabajo, de reuniones, de actividades. Por lo que
decidimos, para el fin de semana, irnos a la disco de la ciudad vecina. Uno
veinte minutos en carro y estaríamos allá. Nos hacía falta bailar, desahogarnos
y divertirnos. Tomaríamos el carro y nos iríamos, a como dé lugar, a la disco.
Eso hicimos. Por esto estamos
de camino hacia la disco. Londres se llama. La encontramos gracias a una amiga,
nuestra querida Marta, la peluquera. Nos trajo y nos divertimos mucho. Ese fue
el día que lo vi por primera vez. ¿A quién? Pues no lo sé, no lo conozco. Pero
es un hombre guapísimo, blanco, alto y corpulento, los ojos marrones claros.
Todo un modelo. Y cuando se ríe o sonríe se ve muy tierno. ¡Vamos, el típico bartender que vuelve locas a las chicas
del lugar!
Solo de pensar en él me entran
cosquillas en el estómago. ¿Será que hoy lo volveré a ver? ¿Pero por qué no?
Trabaja allí, ¿no? Debe estar. Me sonrío de imaginar. ¡Claro, esto es
totalmente unilateral! No soy la típica chica que a un hombre como él pueda
gustarle, así que no sabe ni que existo. Pero me conformo solo con verlo
sonreír, trasmite algo diferente a todo lo que he visto. ¿Loca? Un poco quizás.
―¿Qué
será lo que está pensando esta hermana mía? El que solo se ríe, de sus
picardías se recuerda ―me dice Tatiana.
―¿De
qué hablas mujer? No me pasa nada, ni me río tampoco ―respondo, queriendo
desviar la conversación. No le voy a decir que estoy intrigada por un chico que
ni conozco.
―Eso, eso, eso. ¡Qué pícara!
Andas pensando en ese chico que trabaja allí, ¿verdad?
La miro con los ojos como
platos, totalmente sorprendida. Me sonrío porque es lo que hago cuando me
coloco nerviosa. ¿Cómo puede ser eso?
―Y…
y… ¿cómo es que sabes eso? No recuerdo habértelo contado. Sé cómo eres y no te
iba a gustar la idea.
―Deniré,
también sé cómo eres. La última vez que vinimos no te diste cuenta, pero tus
ojos iban en una sola dirección desde cuando lo viste.
―No, no, no. Claro que no.
Estás equivocada. Me divertí mucho ese día.
Mi hermana se ríe con una
carcajada, contagiándome. ¡Dios mío, tan obvia soy! Sigo negando con la cabeza,
haciéndola entender que no quiero seguir hablando de ello. Es ridículo, porque
no voy a conocerlo.
Sigo manejando, prendo la radio
y ambas empezamos a cantar a viva voz las canciones que nos encantan. Dejo de
pensar en él, las cosquillas desaparecen, dándole paso a la necesidad de
divertirme y sacarme el cansancio.
Quince minutos después estamos
llegando a Londres. La emoción vuelve a embargarme, sin poder evitarlo. Tatiana
toma mi mano y entramos.
Derechos Reservados
Imagen Pixabay
Edición Dayana Rosas
Autora Dayana Rosas S. G.
Te invito a leer mi libro, en donde podrás ver toda la historia completa.
Mi modelo perfecto
https://rxe.me/MX6FW2
0 comentarios
Publicar un comentario