MI BARTENDER XVI

No Comments


MI BARTENDER


PARTE XVI

 

 


La sorpresa no me deja hablar, ni siquiera pestañear. ¡Dios mío, me está pidiendo matrimonio! ¿Será esto posible? Detengo sus labios con mi dedo, pidiéndole silencio. No pronuncia palabra alguna.

―¿Puedo pedirte un favor?

―Sí, pero… ―dice, totalmente fuera de lugar.

―Pellízcame, por favor. Muy fuerte, quiero saber si estoy o no soñando.

―¡Por favor, Deniré! ―exclama, riendo.

―¡Hazloooooo!

Sigue riendo, pero lo hace. Me pellizca y lo hace fuerte el condenado. Grito y es cuando entiendo que todo esto, de verdad, es cierto. ¡No lo puedo creer¡ Abro los ojos como platos, Mael vuelve a reír, pensando como siempre, «es tan ella».

―¡Síiiiiiiii! ¡Sí, sí, sí, sí! Quiero, por siempre.

Me cuelgo en su cuello, lo beso muchas veces. ¿Será más bello este hombre? Las cosquillas se empiezan a instalar en mí, como me pasa siempre que lo tengo cerca. Su mirada es tierna, pero la mía no. Debo estar encendiéndome y sin ninguna intención de detenerme.

Me besa la frente, me toma de la mano y abre la puerta para salir del cuarto para lucir mi perfecto anillo. ¡Vamos, niña, no vayas a dejarlo ir! Lo detengo para que no salga. Lo abrazo por la espalda, con la respiración ya agitada. Mael lo nota y se paraliza. Luego, cierra la puerta sin moverse apenas.

Lo rodeo, hasta colocarme enfrente de él. Lo observo fijo a los ojos. Me acerco más, subo para darle un beso. Me corresponde intensamente, sin tocarme, sin más nada, como siempre hace cuando se siente fuertemente atraído hacia mí. Siempre me ha respetado desde aquel día.

Tomo su rostro, lo beso, mi lengua busca la suya, lo degusto. Me dejo llevar por lo que siento. Me aferro a sus hombros, mis manos lo acarician. Siento su pecho, su fuerza, su abdomen. Perfecto para mí. Pero me siento abandonada, sin sentir su pasión.

―Deniré, detente. No hagas esto. No, no voy a poderme controlar. ¿Crees que soy de hierro?

Niego con la cabeza, no lo haré. Tomo su mano y la llevo hacia mi rostro, luego la bajo hasta mi cuello, más abajo todavía, hasta mis pechos. Mael se deja guiar, me toca, me roza, siento cuán intenso es su deseo y también su preocupación. Sus ojos vuelven a los míos, intensos, fascinantes.

―¿Segura, Deniré? No habrá marcha atrás. Te he deseado desde hace mucho tiempo. No sabes lo que estás haciendo.

Asiento con la cabeza, pero no le gusta. Espera, espera.

―Dímelo, Deniré.

―Sí. Estoy segura. Quiero ser tuya ahora mismo.

Decirlo fue como si prendiera un mechero a toda intensidad. Su mano aprieta fuertemente mi pecho, mientras me arrincona a la pared. Me inmoviliza y me posee con su lengua. Me besa como nunca ante lo ha hecho. Me vuelve loca. Tengo necesidad de … Gimo suave, sorprendida. Lo excito más todavía. Sus manos recorren mi cuerpo; se meten por debajo de mi camisa, subiéndola de un tirón. No me importa. Hago lo mismo con él. Los besos siguen. ¡Hace cuánto nos necesitábamos! Sus besos bajan por mi cuello, mis hombros, hasta llegar a mis pechos. Siento cómo los excita, cómo me hace necesitarlo. No aguanto y aprieto sus hombros. ¿Cómo se puede sentir de esta manera?

Besa mi estómago, mientras abre el rache de mi pantalón. Lo baja un poco y me deja en ropa interior. Mi cuerpo se tensa, cuando mete su mano en mi intimidad. Busca mi boca, haciéndome olvidar la intrusión. Lo abrazo y me aferro a él. Allí, en ese mismo instante, siento sus dedos jugar dentro, abriendo y moviendo caminos que nadie más. ¡Madre mía, cómo se siente! Toca mi punto más sensible, al mismo tiempo que juega. Algo dentro de mí se gesta, sintiéndome más caliente, más desesperada; tanto, que me muevo. En cuestión de segundos, pruebo lo que es llegar al cielo y caer en sus brazos. Mis piernas me fallan, por lo que me toma con su cuerpo.

―¿Te ha gustado? ―pregunta en un susurro.

―Sí ―respondo con vergüenza.

―No sigamos, Deniré. Te quiero toda para mí el día de la boda. Falta poco. Pero no lo olvides, tu deseo es mío, tu necesidad solo la sacio yo. No sabes lo que has hecho, preciosa. Te comeré el día de la boda, hasta tu última esencia.

Con esa promesa he quedado, ansiosa, desesperada y lista para ese día. No solo él probará, pues me deleitaré con toda su humanidad ese día. Solo faltan unos días, solo unos días y seremos uno en todo sentido. Ha valido la pena la espera.

DERECHOS RESERVADOS
Imagen - Pixabay - sciencefreak
Autora Dayana Rosas S. G.

0 comentarios

Publicar un comentario