MI BARTENDER XVII FINAL

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MI BARTENDER


PARTE XVII


FINAL

 

 


Allí lo veo. Vestido elegantemente, con esa mirada tan hermosa, despreocupada, como si no estuviera pasando nada. Su mirada me infunda confianza para seguir. Aprieto más fuerte la mano de mi padre y mi madre que me llevan por el pasillo central de la iglesia.

Mis ojos buscan los de mi madre. Me sonríe como la mujer más feliz del mundo, así como me siento en estos momentos. ¡Cómo se me acelera el corazón! Luego, busco a mi padre, quien me observa intensa y profundamente. Sé que me afirma estaré bien. ¡Estoy tan contenta de que hayan podido venir para mi boda!

Mis ojos tocan a todas y cada una de las personas que están presentes: amigos, conocidos, familiares, seres queridos. Todos están allí. La madre de Mael no cabe en sí misma. Cuando tanto sentimiento bulle en el corazón, algo se derrama por los ojos. Ese pensamiento vino a mi cabeza cuando la vi llorar de amor, de emoción. Si no dejo de mirarla, de seguro también lo haré yo.

Sigo caminando completamente nerviosa, ayudada por mis padres. El corazón se me acelera, muy emocionada. Lo busco de nuevo, encontrándolo de nuevo, sonriéndome. Todo se desvanece, solo está Mael en el lugar. ¡¿Podrás ser más bello este hombre?! Sonrío también, bajo el velo.

Solo quedan unos pocos pasos para llegar al altar, al lado de él. Los recorremos como si no supusiesen mucha distancia. Mami lo abraza y le da mi mano; mi padre le da un apretón de mano, entregándole mi otra mano. Ambos buscan sus puestos y se sienten. Tati está como mi dama de honor, mis otras hermanas como las de compañía. Todas sonríen. Les guiño el ojo.

―¡Por fin, preciosa, serás mía!

Su mirada tiene sentimientos encontrados: emoción, cariño, admiración y deseo. Mis mejillas se ruborizan y lo sabe, así no pueda verme bien por el velo blanco. Solo con el toque de nuestras manos, algo dentro de mí se mueve. La electricidad me recorre toda. Tengo unas ganas enormes de abrázarlo y besarlo.

Nos posicionamos en nuestros lugares, de frente hacia el padre. Habla sobre el amor, sobre la confianza, lo bueno, lo malo; pero solamente puedo prestar atención a Mael, cómo se mueve, mira, sonríe. De pronto, llega la parte más excitante del día.

―Mael, ¿aceptas a esta mujer como tu esposa para amarla y respetarla hasta cuando la muerte los separe?

―Sí, por supuesto ―responde efusivamente.

―Deniré, ¿aceptas a este hombre como tu legítimo esposo para amarlo y respetarlo hasta el fin de tus días?

―Sí, sí, sí ―respondo, sin poder contenerme. Escucho risas detrás de mí, al igual que la de mi querido esposo.

―Los declaro marido y mujer ―pronuncia el padre las palabras más ansiadas―. Ahora puedes besar a la novia.

Cuando me alza el velo, puedo sentir su necesidad de mí, como la mía de él. Sus labios tocan los míos, y nos fundimos en uno. ¡Qué delicia! Mael se despega, haciéndome colocar una cara de desagrado. Cuando caigo en cuenta de que seguimos en la iglesia, me recompongo. Me abraza, pero solo para susurrarme.

―Deniré, hoy ya no podrás huir más de mí. Serás mía. Te haré pagar por este año de provocación. Prepárate, porque no te daré tregua.

Corrientazos me dan en todo el cuerpo, principalmente en mi intimidad. Me ruborizo por sus palabras.

―Estás loco, Mael. Estamos en plena iglesia ―logro articular.

―Por ti, Deniré. Solo por ti. Desde hoy solo seré yo en tu interior.

Me toma de la mano y salimos corriendo por el pasillo. En la puerta de la iglesia, nos detenemos. Lo beso apasionadamente, sin previo aviso, sin razón, solo mi amor desbordado. Todos gritan y vitorean.

―Deniré, sigue provocándome así, y verás que no habrá fiesta para nosotros hoy. Cuidado, preciosa, no me haré responsable lo que pueda pasarte de ahora en adelante, cada vez que te vea.

Con esas palabras he quedado con tantas ganas, tantas ansias de su cuerpo en el mío, que no puedo esperar esta noche. Sé que todo lo que me hará no podré olvidarlo nunca. Es mío, soy de él. Dejaré que haga conmigo lo que quiera, pues es lo que he deseado desde cuando lo conocí. Nuestro sí ya no se puede deshacer. Muero por él y él por mí. Ya hoy será nuestra primera noche. Sí, mi bartender, solo mío y nada más que mío. Uno que ha logrado ser más que eso, mi vida, mi amor, mi necesidad. Espero la noche para pertenecerle en cuerpo y alma por siempre.

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Imagen - Pixabay - Pexels
Autora Dayana Rosas S. G.

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